En Fotos con Holga, una vez más, cuestiono la idea de fotografía como representación objetiva de la realidad: manipulación y artificialidad son características ineludibles del proceso fotográfico. Oponiéndose a la idea de la fotografía como captura de un instante, en esta serie, cada fotografía está construida por múltiples exposiciones, convirtiéndose en una imagen en la que coexisten distintos espacios y tiempos.
OJO AL PAIS
Andrea Ostera lo tiene bien claro: lo que le interesa es la fotografía. Con cualquier máquina, con tal de que “saque fotos”. En esta ocasión utilizó un elemento precario, básico, sin tecnología sofisticada, casi una cámara de juguete. (¿Acaso el arte no es un juego?) Por lo visto, ella entiende que todo es cuestión del ojo, de esa mirada que le garantiza una particular visión de las cosas, de los objetos, del entorno que la rodea. La cocina, el dormitorio, el baño. Es lo vivido, el habitat. La casa. Nos llega simultáneamente su color y su forma, con desplazamientos y superposiciones que subrayan, por si hiciese falta, que lo real es cambiado, trasmutado, a veces -no siempre- imperceptiblemente. Aquí de modo bastante ostensible. Provista de un sorprendente dinamismo la imagen inquieta, mientras parece querer desnudar sus mecanismos, esas estrategias de artista cuyo descubrimiento forma parte de los placeres del arte. Los deplazamientos fueron casuales (dice ella), luego aprovechados -exitosamente- cuando impactó el efecto. LLegamos a dudar sobre “la cosa que importa”. Respecto de la obra anterior, la actual acusa un acenturado cromatismo. Al igual que antes, la artista fragmenta. Con toda evidencia las fotos presentan un vistoso fragmentismo pluralista y democrático. Sin jerarquías predeterminadas, lo cotidiano está a la vista, heterogéneo, acumulativo, como imagen unitaria y diversificada, situada en contexto vital. (…) Lo que le importa a ella, primordialmente, es la fotografía. Esto es seguro, y es muy probable que en los vaivemes de su trabajo artístico no se desentienda de una búsqueda, que sin nominación se empecina, secretamente, en rastrear un recorrido, el devenir del propio yo.
Ravera, Rosa María, Catálogo de Ojo al País, Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 1999.
EL MIRADOR BUENOS AIRES
(…) Las obras de 1999 describen el espacio en la luz artificial (…) Los puntos de vista múltiples y simultáneos incluyen una dimensión temporal. Los clicks atraparon la secuencia desplegada en el tiempo y esta es ofrecida en una única vista. Se ve entonces un espacio fragmentado y a la vez unificado por la mirada. El objeto se despliega y se repliega en el espacio y el tiempo. Los objetos se desdoblan en un eco que genera a su vez registros dobles, sombras, superposiciones y transparencias en siluetas fantasmas. Se da una tensión entre la conformación y la disolución en el movimiento. Son vistas inasibles de interiores domésticos. Andrea Ostera, más que representar un espacio, lo conforma, reteniendo aquello que la mirada percibe como acumulación temporal.
Buffone, Xil. “El Mirador Buenos Aires” , en diario El Ciudadano y la Región, Rosario, 1999.