El fantasma de unas fotografías encontradas en la calle vive en un papel sensible. El niño jugando en las piedras de un arroyo, la pareja sentada en un banco de plaza, el paisaje serrano, el retrato a contraluz, ya no pueden verse. Son recuerdos ajenos, doblemente negados; por quien se deshizo de ellos, condenándolos a la intemperie, por quien, habiéndolos rescatado, decide no mostrarlos.
Prescindo de esas imágenes típicas, tan propias del cualquier álbum familiar de hace 60 años, y en cambio rescato el objeto fotografía: un papel pequeño, de brillo sin plástico, que pesa sutilmente sobre las manos. A partir de allí, diseño una abstracción. Cada foto regresará manteniendo su dimensión, como el agregado de dos tonos, uno para la imagen, otro para el marco (¿no es precioso el margen que elude la línea recta y luce un borde de pequeñas ondulaciones?).
Ahora, en este papel sensible, esos fantasmas, espectros minimalistas del souvenir desdeñado, se acomodan, crean relaciones de proximidad. Juegan a que regresan a un álbum.
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Proceso: Una serie de máscaras permite el velado selectivo con diversos tiempos de exposición. El velado se realiza con la luz solar. El resultado es el cambio en el color del papel, por una reacción física a la luz. No hay uso de revelador. La imagen se hace permanente a través de un fijado. Cada pieza es única.