
















Desde la otra vereda, la de los tiempos largos y una química de cuño decimonónico -más aún, desde el estante de los productos vencidos-, surge la otra serie (…). Luz y reacción, solamente. Mientras se encuentran expuestos, Ostera interviene papeles vencidos, de escasa sensibilidad, con fijador y revelador, invirtiendo el orden habitual de uso de los químicos. El papel cambia progresivamente su color (de blanco, a crema, a rosado, a gris) y el fijador, aplicado en minúsculas gotas, detiene por partes la reacción. La artista emplea entonces un pincel para esparcir revelador logrando que la superficie se oscurezca. El papel reacciona lentamente y nuevas capas de solución van haciendo surgir el negro, de a poco. Los quimigramas, fruto de productos añejos, son ajenos a la velocidad. La duración se impone sobre el instante y la luz predomina, en tanto agente, por sobre los objetos que nos permite ver.
Es como “pintar a futuro”, dice Ostera. A la vez, es como si pintara un pasado: el de la luz emitida por las estrellas hace decenas o millones de años y que ahora llega a nuestro pequeño planeta. El cielo nocturno aparece ante nuestros ojos. Los quimigramas sólo registran la luz, se genera una imagen sin tema, pero no sin referencia. Ante la pregunta por el objeto a elegir para acompañarnos a una isla desierta, podría imaginarse a Andrea llevando los químicos que usará con la mayor economía, de a gotas, y que harán surgir los cielos -lo único que vería de noche. Al fin y al cabo, la analogía es también conceptual: mirar las estrellas o una foto es siempre mirar al pasado.
Tell, Verónica. Texto preliminar para la muestra Capturas de Pantalla, Mal de Archivo, Rosario, agosto 2016