Scrolls – 2016/2018

Escribo el nombre del artista, pico en “buscar imágenes”. La conexión es mala. Lenta, lentísima. La pantalla se pone en blanco, y luego despliega una grilla de colores. Las imágenes buscadas aún no aparecen. La pequeña rueda en movimiento, arriba, a la derecha,  me indica que mi teléfono inteligente está pensando.  Me sorprende lo que veo. Cuadrados y rectángulos de colores plenos. Reacciono inmediatamente y hago una captura de pantalla. Unos segundos después, llegan las imágenes y se acomodan en su pequeño lienzo virtual.  Descubro una relación clarísima entre cada foto y el plano de color que la antecedió, como si aquel hubiera sido un resumen, o tal vez un promedio de los tonos que ahora veo, como si aquel color tuviera la clave de la obra que aquí aparece.

Pienso en las mediaciones.  Pienso en las traducciones que operan en la tecnología.  Pienso en la transformación del arte en dato. Pienso en el formateo de la imagen. Un algoritmo más o menos sofisticado transforma una búsqueda de imágenes en un lienzo donde opera la geometría. Sólo por unos instantes. Luego se esfuma.

¿Cuántos segundos hacen falta para apreciar una imagen en el celular?